sábado, 20 de abril de 2013

La calle de la nahuala (7 Norte y la 8 Poniente)




Una película mexicana muy interesante que se proyectó en los cines de nuestra ciudad hace algun tiempo fue la leyenda de la nahuala. Aunque no es el ejemplo más brillante de la cinematografía nacional, si es interesante la época, ya que la historia se desarrolla en la Puebla de 1807 y nos revela el paisaje de aquel entonces con inmuebles como El Convento de San Francisco, La Casa del Alfeñique, La Biblioteca Palafoxiana, La Cocina de Santa Rosa.

Una pregunta muy interesante que muchas personas se hicieron fue: ¿Existe realmente una casa de la Nahuala?

Consultando el célebre libro de Hugo Leicht Las Calles de Puebla encontramos que hay una calle en puebla con ese nombre desde 1796. La palabra "nahuala" significa hechicera, "nahual" es:

"Un indio viejo, desaliñado, feo, de ojos redondos y colorados, que sabe transformarse en perro lanudo y sucio, para correr los campos haciendo daño y maleficios" Originalmente " eran los mismos indios, persistentes en su antigua idolatría y costumbres,.que buscaban y hacían ocultamente prosélitos, haciéndoles apostatar de las nuevas creencias. Lo ejecutaban bajo la sombra del artificio y el misterio, huyendo del castigó de las autoridades cristianas".

Referencias de otros historiadores como Cerón Zapata permiten suponer que los nahuales eran seguidores de las costumbres prehispánicas, se sabe que se ocultaban en cuevas alrededor de la Malinche, donde los indios medio cristianos peregrinaban:

"A ofrecer donaciones a sus ídolos, con plumas vistosas, de que se componen en sus festines y bailes, e incienso de la tierra que nombraban ellos copale (sic) y ocozotl (resina de pino)".

Muy probablemente estos hechiceros, sobrevivientes de la casta sacerdotal prehispánica, se vestían de animales para engañar o asustar a sus enemigos. En la ciudad de puebla todavia subsiste la calle, hoy vendría a ser la 7 norte entre la 8 y la 10 poniente.

El lirio poblano



Esta historia de amor divino nace en el s. XVI. Siempre el amor a Dios es más fuerte que todo el amor humano y cuando atrae a un corazón con la llama ardiente de la fe, no hay nada ni nadie que lo pueda impedir.

Ese fue el caso de María de Jesús, a quien cariñosamente su familia y amigos la llamaban “El Lirio Poblano”. Esta jovencita desde muy pequeña eligió el amor de Cristo y lo atesoró en su corazón hasta que estuvo en edad para desposarse con él.

Convencida de la gran vocación de su hija, su madre la apoyaba en esta bella ilusión; sin embargo su padre no quería para su hija esa vida de clausura y penitencia y hasta llegó a amenazarla con la muerte si continuaba con ese loco empeño. Llegó al límite de ponerle vigilancia para que no tuviera contacto con ninguna monja. Pero un día que iba acompañada de su hermano, fingió tener un sed como la que Cristo manifestó en el Monte Calvario y obligó a su hermano a tocar en la puerta del convento para pedir agua y cuando abrieron, la astucia la hizo entrar desesperadamente y cerrar de manera violenta la puerta.

Así fue como María de Jesús, entró a la orden de las concepcionistas y se ordenó en una primavera de 1598, como si en aquella estación lograra florecer en todo su esplendor el limpio y divino amor del Lirio Poblano.

María de Jesús fue elegida por Cristo como instrumento de la fe, al manifestarle algunos mensajes. Todas las hermanas del convento sabían que Dios se comunicaba con ella.

Ella profetizó la llegada del obispo Palafox y Mendoza; además, cuenta la leyenda que en el convento había una virgen que Sor Agustina de Santa Teresa quería vestir bajo la advocación de la Virgen del Carmen, pero hacía falta el niño y pidieron a un escultor de Sevilla que lo hiciera. El trabajo duró mucho tiempo hasta que María de Jesús al estar en oración, tuvo la visión en el preciso momento en que el escultor terminaba su trabajo y alegremente fue a comunicar la noticia a las demás religiosas.

Cuando por fin llevaron la escultura del niño al convento, en el momento que estaban abriendo la caja en la que venía el niño, milagrosamente éste salió volando y fue a refugiarse en los brazos de Sor María de Jesús; quien humildemente se hallaba detrás de las demás monjas, deseando con fervorosa impaciencia el momento de poderlo tener en sus brazos. Ante ese acto maravilloso, todas las hermanas cayeron de rodillas haciendo oración.


Casa del Alfeñique: la leyenda de un dulce amor poblano



El corazón de don Ignacio Morales latía con fuerza. Su amor pertenecía a una mujer, que al paso de los años, algunos sólo llaman “Ana”.

La belleza de esta poblana había arrebatado el sueño del herrero español, que esperaba el momento para poder casarse con ella.

Pero su prometida –aún con los planes de boda avanzados– impuso una condición para desposarse: él debía construirle “una casa de dulce”.

El amor no tiene barreras y por tanto, don Ignacio se dio a la tarea de construir una casa digna de los caprichos de su amor, su próxima esposa.

En 1790 y gastando 14 mil 900 pesos en oro, que poco significaron para conseguir  su objetivo, concluyó la casona con una dulce fachada.

Don Ignacio y Ana por fin contrajeron nupcias, y llevaron su amor a la anhelada casa de dulce, que en la actualidad es reconocida como uno de los inmuebles más hermosos de Puebla.

Su ubicación está en la 4 oriente No. 416 y actualmente, se conoce bajo el nombre de: Casa del Alfeñique, un dulce típico de la región poblana.



jueves, 4 de abril de 2013

Leyenda de los volcanes



El primer sol se llamaba Nahui-Ocelotl (Cuatro-Ocelote o Jaguar), porque el mundo habitado por gigantes, había sido destruido, después de tres veces cincuenta y dos años, por Tezcatlipoca quien convertido en jaguar dejaba mostrar la fuerza de su nahual protector.

Cuentan los mayordomos del cerrito de la gran Cholollan que un día llegó un viejo, preguntando donde estaban enterrados los gentiles. Los cuestionados se quedaron sorprendidos por tal pregunta, porque jamás habían escuchado algo igual. La pregunta obligada eran cuales gentiles, mientras que el hombre contestó que había llegado a la Gran Cholula para ver el lugar donde estaban los gigantes, los guardianes de nuestra cultura, de nuestras tradiciones, de nuestra sabiduría.

Los mayordomos del templo nunca imaginaron que tales gigantes se encontraran resguardando el valle del Anáhuac, el valle poblano y que son nuestros abuelos. Los volcanes, la hermosa Iztaccihuatl y el Gran Popocatépetl.

Mentira que los pueblos de la montaña vayan al corazón de la montaña, al Tepeyolli, a pedir solamente agua, las penas de Popocatépetl y de Iztaccihuatl siempre estarán manifiestas rodando sus lágrimas sobre el valle del Anáhuac, los tiemperos, muy en el fondo saben que van a pedir el amor en la familia, el calor del hogar, la savia que vivifica a la unión de los hogares, porque el coraje de Popocatépetl está presente en sus fumarolas y las lágrimas fluyen sobre el valle para rociar las flores que recuerdan el amor perene de Iztaccihuatl. Nuestros abuelos no olvidaron la historia de amor que representan la Iztaccihuatl y el Popocatépetl.

El amor inocente, puro, el amor ideal es lo que representan nuestros volcanes, este hermoso sentimiento nace en la juventud plena, cuando las almas tienen la blancura de la nieve y la inocencia del canto del centzontle. Así se conocieron Iztaccihuatl y el joven Popocatépetl, pues desde que se vieron por vez primera, supieron que habían nacido el uno para el otro, cuando ambos jóvenes se hallaban separados, sentían un vacío en el alma similar a la necesidad de un suspiro que llena con el recuerdo del ser amado, los más recónditos vericuetos del corazón.

La sonrisa y la llama del amor, la viva luz brillaba en los ojos de Popocatépetl, la misma que motivaba a Iztaccihuatl a bailar con más sensualidad en el Cuicacalli, mientras que Popocatépetl en el Telpochcalli practicaba con más arrojo para convertirse en un gran guerrero. Poco a poco Popocatépetl fue logrando escalar los mandos militares: Chapulín, Coyote, Venado, Lobo, Serpiente, Ocelotl, Cuauhtli, de manera que su seguridad fue en aumento para solicitar la mano de Iztaccihuatl.


El padre de la muchacha prometió la mano de su hija si Popocatépetl partía a la guerra y traía como trofeo la cabeza del enemigo. Y Popocatépetl aceptó el reto. La pareja se despidió con muchas esperanzas, sin embargo Iztaccihuatl mostró sus temores ante la separación, pero Popocatépetl partió con la pena confianza de regresar victorioso y marchó a cumplir su objetivo. Pasó implacable el tiempo y la tristeza de Iztaccihuatl se iba acentuando en su rostro, que lucía grandes ojeras que la hacían ver más bella aún, el desvelo por el ser amado, la hacían estar sin ánimos por el canto y el baile porque la imagen de Popocatépetl siempre estaba en su mente.

Poyautecatl amaba en secreto a Iztaccihuatl y fraguó una mentira para lograr el amor de la hermosa mujer. Se acercó a la joven y le dijo en tono pesaroso que habían llegado noticias de la derrota del ejército en la región lejana y sentía mucho comunicarle que entre los muertos estaba su adorado Popocatépetl. Un terremoto de tristeza sacudió el cuerpo de Iztaccihuatl, quien fuera de sus sentidos corrió hacia los montes a reclamar los dioses su infortunio, sabía que Tezcatlipoca, el dios de las batallas, el dios maléfico había triunfado sobre los ruegos que le había hecho a Quetzalcoatl, la estrella de la mañana, y lo fue a encarar en las colinas y hasta que sus gritos imposibilitaron ofendió al dios de la obscuridad, quien molesto hasta lo más profundo de sus entrañas, mandó el sueño eterno a Iztaccihuatl quien cayó al suelo para no despertar jamás. Entre sueños recordaba que los abuelos se saludaban diciendo “No se caiga usted, porque gigante que se caía, se convertía en montaña”.



La Campana María (Catedral de Puebla)



Las campanas naces desde el Siglo VI ante la necesidad de convocar con sus voces a los fieles para las ceremonias religiosas o ceremonias civiles, aunque también se les ha dado la función de llamar a las lluvias, alejar a las granizadas y a las tormentas así como para ahuyentar a los espíritus malignos. Se tiene a San Paulino, obispo de Nola como el inventor de las campanas entre los años de 353 a 424 y al Papa Sabiniano, quien dispuso se tocasen en las iglesias el año de 1604.

El nombre correcto con el que se le conoce a la enorme campana de 8 toneladas 572 kilos que se encuentra en la ciudad de Puebla sobre la torre norte de nuestra hermosa iglesia catedral es María de la Concepción; los poblanos la llaman solamente “La Campana María”. Históricamente esta campana se quebró 4 veces antes de que pudiera complacer con su sonido a la Angelópolis. El héroe de fundición el maestro campanero Francisco Márquez y quedando impresa la fecha del 28 de Marzo del año de 1729 a fecha de su fundición.

Cuenta con un badajo de 5 quintales, la nimiedad de 226.5 Kg. La historia contempla  al indio de Cholula, Juan Bautista de Santiago como otro de los artífices que logró subirla hasta la torre pero la leyenda de la Campana María es de lo más hermosa y es la que a continuación le narramos:

Cuatro veces habían intentado fundir una campana que fuera la vocera de la Angelópolis y cuatro veces habían fallado en su intento. Tanto los canónigos como los fieles creían que era en castigo a su presunción y  su soberbia por tener una campana de enormes proporciones.

Francisco Márquez y su hermano Diego serían los encargados de demostrarle a la sociedad poblana la equivocada creencia que el oro y la plata le dan la sonoridad al sonido vocinglero de las campanas, pues para hacer una campana de buen sonido y con excelente tono, solamente hace falta tener las proporciones adecuadas consistentes en 80% de cobre, 10% de estaño y 10% de plomo y otro 100% de fe.

Las cuatro pruebas anteriores para fundir la campana fallaron porque la fundición se realizó a ras de suelo y en el intento por elevar al campanario la enorme obra había resentido su traslado. El talento de nuestros artesanos logró llegar a la conclusión de llevar todos los instrumentos de fundición a la bóveda de la iglesia, dentro de la torre a punto de concluirse y con esta inteligente decisión se avanzó en la labor de un 90% del trabajo a realizar. Cuando los hermanos Márquez descubrieron el molde, la hermosa obra ya sonaba en la boca de todos quienes ansiaban oír su arrebato con canto por todos los confines de la urbe.

El ansia por deleitarse con su timbre hacía que los Márquez, hubiesen conseguido a un buen grupo de gañanes para elevar la campana sobre la viga que la sostendría para propalar su sonora carcajada, pero los sacerdotes impidieron que manos tan profanas tocasen al menos la pureza de la campana que lleva el nombre de la madre de Dios.



Camote poblanos



Igual que con la industria del pan, los dulces poblanos también son variados y exquisitos; entre los que podemos mencionar: las charamuscas, las trompadas, los suspiros de monja, los borrachitos, los gaznates, los merengues, los muéganos, las pepitorias, palanquetas, alegrías, soletas, cubiletes, las natillas, calabazete, guayabete, chilacayote cristalizado y, desde luego, los camotes. Hay infinidad de leyendas, una de ellas escrita por Domingo Couoh Vázquez y publicada en la revista de Bohemia Poblana 1950. Cuenta la leyenda y dice la tradición “Que en un pueblito cerca de la ciudad de Puebla, había un convento de monjas en los albores del siglo XVIII. En los terrenos aledaños al claustro se cultivaba en abundancia el “Camotli”.

Un día, una traviesa colegiala quiso divertirse a costa de una monja que había olvidado en el fogón una olla vacía, echando en ella un camote que encontró, añadió azúcar y lo batió con el objeto de que fastidiase a la religiosa al lavar el utensilio, pues tal cocimiento se pega al trasto y es difícil de lavar. Llegó la monja olvidadiza y probó la pasta pegajosa y le gustó la “maldad” que le había echo la colegiala; se adivina que pasó con la lavada. “Poco tiempo después, la monjita y al colegiala fueron trasladadas a Puebla al Convento de Santa Clara, en donde lucían sus habilidades y la industria de su descubrimiento en las ocasiones de grandes solemnidades, pero muy especialmente cuando se trataba de agradar al delicado paladar de Su Ilustrísima, el Señor Obispo”.

La leyenda justica el “bocato di cardinalle” que ha dado fama y gloria a la Puebla de los Ángeles. Otra de esas leyendas escrita por Eva Guimbarda en el Sol de Puebla el 5 de Mayo de 1958, dice que María Guadalupe de Villalpando, sor Clara de Jesús, una monja del Bajío, encontró camotes parecidos a los de su tierra y para agradar a su padre vio la manera de conservarlos frescos y dulces para enviárselos. Otra dice que los camotes salieron del Convento de Santa Rosa, de la tradición cocina azulejada; cuna del mole poblano.

Exhacienda de Chautla



Don Tomás Gillow, inglés de nacimiento. Llegó a México en 1819 para hacerse cargo de la sucursal de joyería Roskel. Fue en México donde conoció a la Marquesa de Selva Nevada con la que contrajo matrimonio. El marquesado de Selva Nevada comprendía la hacienda de Tomacoco y la hacienda de San Antonio d Chautla; cerca de San Martín Texmelucan. Esta nueva posición de don Tomás Gillow lo hizo cambiar de actividad dedicándose a administrar las haciendas del marquesado.

Don Tomás logró hacer una gran fortuna comercializando un lote de diamantes ambarinos que se pusieron de moda por su rareza. El dinero obtenido lo invirtió en las haciendas de su esposa la Marquesa; quien repentinamente murió sin dejar testamento. Don Tomás perdería todo lo invertido, puesto que existía un testamento que nombraba herederos a los dos hijos de la difunta representados por albaceas designados en vida por la Marquesa. Sin la menos esperanza de recuperar el dinero invertido, Don Tomás Gillow quedaba en la ruina. Quiso el destino que aún joven, casara con la hija de Marquesa; de esta unión nacería Don Gregorio Eulogio Gillow, quien años después sería Obispo de Oaxaca. Por lo que recibió como herencia la hacienda de Chautla que en poco restituía la inversión y aún ante la resistencia de los albaceas que anularon su matrimonio argumentando la minoría de edad de la hija de la Marquesa.

Gracias a su tesón, al trabajo y a su fe, Tomás Gillow, logró salir  adelante. Preparó las tierras con un método que parecía descabellado ante los ojos de los demás hacendados, pues consistía en abonar las tierras con el estiércol de las bestias; ofreciendo a sus vecinos de otras haciendas, limpiar sus corrales para el logro de su objetivo.


Introdujo cambios muy significativos para la región; como el uso del arado y la pala de hierro. La producción de trigo, subió de 600 cargas anuales a mil doscientas, coincidiendo este evento con la inversión norteamericana. Para no perder sus cosechas a manos de las tropas invasoras que llegaban de las costas de Veracruz a Puebla, envió el producto al Molino del Rey en la ciudad de México; sin pensar que sería tomado por las fuerzas invasoras. Ante el abuso, Gillow presentó su reclamo al general Scott, quien indemnizó a Gillow al precio de 15 pesos la carga, teniendo que demostrar que el depósito había sido de cuatro mil cargas para que le fueran pagadas por el general norteamericano.

Este gran hombre, Tomás Gillow, tenía como superación llegar a la edad de 77 años; pues creía que las alcayatas como así llamaba a los sietes le serían fatales. Cuando pasó esta edad Don Tomás Gillow dejó de preocuparse. Curiosamente murió a la edad de 81 años en 8 de Septiembre de 1877 como extraña coincidencia.


Patio de los azulejos



Existe una leyenda que se generó en la antigua Casa de los Azulejos. La Casa de los Azulejos, como muchas de las casas religiosas, después de la Reforma, funcionaron como vecindades. La historia dice que un viejo abogado, vivió en una de las habitaciones del segundo de la legendaria casa y por la noche que llegaba, encontraba sentado al pie de la escalera a un anciano que rezaba con un rosario en las manos. La costumbre de verlos todas las noches hizo que nuestro abogado y en el otro vecino, naciera un trato amistoso que los llevó a conocerse mejor y entablar largas charlas en la casi deshabitada vecindad; en esas platicas supo que su amigo era sacerdote.


Así transcurrió el tiempo, cuando un buen día se presentaron dos monjas para solicitar limosna en la vecindad y llegaron con nuestro amigo el abogado, en la platica les dijo que en esa vecindad vivía un sacerdote que tal vez conocían. Las monjas se miraron extrañadas y le preguntaron por el nombre del padre; al oírlo, no pudieron ocultar su asombro ni su admiración al hacer la obligada seña de persignarse.

Inmediatamente el abogado les preguntó que si lo conocían y le contestaron que por la historia del antiguo convento, habían escuchado que un sacerdote se aparecía rezando precisamente en esa vecindad todas las noches con su rosario en la mano.

El abogado al comprender que su amigo no era un ser de este mundo, no soportó la impresión y mejor se cambió de vecindad antes de investigar más acerca del misterioso hombre. Esto ocurrió en la Casa de los Azulejos.

Casa de los Muñecos



El regidor Don Agustín de Ovando y Villavicencio, construyó en la calle primera de Mercaderes, una casa con 15 tableros de figuras grotescas en azulejo, popularmente conocida como: “La Casa de los Muñecos”.

La leyenda narra que aproximadamente en el año de 1792, el regidor de Ovando y Villavicencio se le ocurrió construir una casa de 3 niveles, de mayor altura que el Palacio Municipal; lo que provocó que los miembros del ayuntamiento, pararan las obras de la construcción porque ninguna obra debería de ser de mayor altura que el Palacio Municipal; sin embargo, Don Agustín movió sus influencias recibiendo la autorización de las autoridades españolas, por lo que sin el permiso y aún en contra de la voluntad de las autoridades del Ayuntamiento poblano, la obra se concluyó.

Este conflicto provocó que Don Agustín de Ovando y Villavicencio, mandara a colocar los tableros de la mayólica con las imágenes de manera irónica representan a cada uno de los miembros del cabildo poblano que apoyaron la detención de la obra.

Los 3 primeros representan a un cazador como afición de uno de los concejales llamado Don Ignacio María Victoria Salazar; el cuarto representa al personaje con un garrote al hombro y la gente dice que lo describe como un tirano y dictado, características de Don Ignacio Romero González. El siguiente en su característica de médico, lo ridiculiza con una serpiente en la mano dando a entender que era un médico que curaba con remedios extraños como culebras y correspondía a las señas de don Miguel de Santibás y Cotarroja; el siguiente lo describe como un Santón e hipócrita, refiriéndose a Don Manuel Enciso y Texada; otro más lo representa con rasgos indígenas; indiscutiblemente era Don José Bernardo Azpíroz. Uno más, tiene un cuerno de la abundancia en la mano, considerándolo un avaro ricachón, así era Don Joaquín de José Hidalgo de Vergara. Dos de los tableros representan a un hombre, José Manuel de Brumage, cargando un animal, trata de decir que él era más animal que los animales; a Don Ignacio López Ailán, lo representa como un médico, pero está desnudo, quizá lo describió como un pelado (pobre); otro Don Manuel Gutiérrez de Salas, está en sentido de pensador, siendo éste, terco y de duro entendimiento. Otro más, a Don Esteban Mimuera, lo representa fortachón con un niño en brazos expresando que a pesar de su fortaleza lo mandaba su mujer; este personaje era militar y le dedica dos cuadros. A Don Tomás Garcés lo representa en su imagen como mago o adivino y a el último, Don Francisco Pérez, lo retrata deforme de cuerpo y cargado un mono.

El edificio pasó en propiedad de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en donde se instaló la pinacoteca universitaria. En el sismo de 1997, resulto dañado el edificio, cerrándose al público. Después de una larga espera, el museo reabrió sus puertas, ofreciendo un servicio de excelente calidad, con salas de alto nivel museográfico en noviembre del 2006.


Chiles en Nogada



Este delicioso platillo tiene su origen en la historia de México durante la llegada a la ciudad de Puebla del General Agustín de Iturbide. Agustín de Iturbide, militar realista, mediante el Plan de Iguala impreso en Puebla, unió al ejército realista con el ejercito insurgente de Vicente Guerrero, con el fin de proclamar la Independencia de México. Al ejercito formado por esta unión se le llamo Ejército Trigarante o de las tres garantías. Iturbide fue el mismo general que firmó los Tratados de Córdoba en los que el último virrey de la Nueva España Don Juan de O’Donojú aceptaba la independencia de México. 

Cuenta la historia que de regreso de Córdoba pasó por Puebla y decidió festejar su santo en nuestra ciudad; era precisamente el día 28 de agosto de 1821 (día que se celebra a San Agustín), y las monjas agustinas quisieron festejarlo con un platillo que llevara los colores de la bandera del ejército Trigarante, por, supuesto, de la naciente bandera nacional.

El barroquísimo platillo salió del convento de Santa Mónica y fueron los famosísimos chiles en nogada. Este platillo tiene la característica de llevar los colores verde, blanco y rojo.

Lo espectacular es que los ingredientes fueron seleccionados entre los productos de cada una de las regiones de nuestro estado: los chiles de San Martin Texmelucan, carne molida de Cholula, manzanas de Zacatlán, granada de Tehuacán, nueces de San Andrés Calpan, peras del convento del Carmen de Puebla, duraznos de Huejotzingo, queso de Tlatlauqui, Zacapoaxtla o Teziutlán, piñones de Libres o de Oriental, perejil de Atlixco, huevos de Tepeaca, Amozoc o Acajete y el plato donde se colocó fue de talavera poblana, y la sazón por supuesto de San Pascual Bailón.

Iturbide quedo encantado con tan delicioso platillo y desde entonces en Puebla, los chiles en nogada forman parte de nuestra gastronomía. 




Gutierre de Cetina



Gutierre de Cetina nació en Sevilla, en el seno de una familia noble y acomodada; Murió en 1557 y para estas fechas ya era uno de los poetas más afamados en España. De los 330 poemas que integran la antología “Flores de Varias Poesías” que existe en la Biblioteca Nacional de Madrid, España, recopilado en México, 78 de ellas son de Gutierre de Cetina. Frente al templo de Santo Domingo de Guzmán, aún se oyen los ecos del hermoso poema:

Ojos claros, serenos.
Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira.
No me miréis con ira,
Para que no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos.
Ya que así me miráis, miradme al menos.

En la primavera de 1554, el famoso poeta español es herido mortalmente de manera artera, por Hernando de Nava, hijo de Catalina Rascón, llamada la Rascona; una mujer viuda e influyente. Se cuenta que en una ocasión, Gutierre de Cetina estando en la capital poblana frente al templo de Santo Domingo, acude acompañado de algunos amigos a darle serenata a una dama de nombre Leonor de Osma, mujer casquivana que a pesar de ser casada con el Dr. De la Torre, aceptaba los galanteos de cuanto caballero se acercara, y uno de esos galanes era Hernando de Nava; quien al igual que los amigos de Gutierre de Cetina en esa misma ocasión coincidieron en la serenata.


Como era de esperarse, Nava al llegar al balcón de su amada y encontrarse con los desconocidos se molesta y arremete contra Gutierre de Cetina, hiriéndolo de muerte. Hernando se refugia en la torre del templo y logra escapar vestido de fraile; sin embargo, es capturado y condenado a pena de muerte porque a causa de las heridas recibidas en la riña Gutierre de Cetina fallece. Gracias a las influencias de la Rascona, madre de Hernando de Nava, su hijo es sometido a la pena de cortarle la mano con la cual cometió el delito y más tarde es indultado al igual que su amigo.



Mole Poblano



En el convento de Santa Rosa se vivía una inusitada emoción, pues el virrey visitaba la ciudad de Puebla. De todos los conventos le envidiaban los mas deliciosos platillos y solamente faltaba el platillo del convento de Santa Rosa. Las monjas ponían su confianza en Sor Andrea de la Asunción, pero a ella no se le ocurría nada.de repente como inspirada por algo divino, comenzó a reunir los ingredientes incluyendo un pavo que previamente estuvo alimentado con nueces, castañas y avellanas. Una vez fritos los chiles y preparado los demás ingredientes, los vacio al metate y con fervorosa fe, orando a todos los santos y santas, pero sobre todo a San Juan Bailón, patrono de los cocineros, comenzó a moler y moler. Todas las monjas rezaban: ¡San Pascual Bailón, yo pongo el trabajo y tú la sazón! En esto estaba Sor Andrea de la Asunción, cuando una monja que veía su habilidad en la molienda dijo:


- ¡Qué bien mole, su reverencia! A lo que corrigieron las demás monjas que ayudaban en la cocina:

-¡Muele, hermana, qué bien muele! Sin embargo la hermana Sor Martha, había encontrado el nombre para tan excelente guisado; además de que la palabra mole en náhuatl significa salsa o guisado.

Cuando el platillo llegó al virrey y pudo impresionar su paladar, solicitó que le enviaran del convento de Santa Rosa, más de tan exquisito manjar.





lunes, 1 de abril de 2013

Beato Sebastián de Aparicio



El beato Sebastián de Aparicio, aunque aún no alcanza el grado de santidad, es un personaje que ha realizado cientos de milagros a favor de sus seguidores. Te espera en el Convento de San Francisco de Asís en la ciudad de Puebla, para favorecerte con su intersección ante el padre eterno  y poder mediante tu fe, superar la beatitud y alcanzar el grado de santidad. En la capilla donde se encuentra el cuerpo incorrupto del Beato, hay dos libros, uno de peticiones y otro de agradecimientos; esto con la finalidad de justificar el milagro que le pueda otorgar la canonización o santidad

Sebastián de Aparicio, nace en Gudiña España en 1502. A los doce años se contagia de la peste bubónica y los padres se ven obligados a esconder a su hijo en lo profundo de un bosque, por temor a que la gente les pida que lo sacrifiquen para que la epidemia no se extienda en la aldea. Los padres acuden todos los días al bosque para alimentar a su hijo, hasta que un día ocurre un hecho milagroso que posteriormente narraría el pequeño Sebastián. El jovencito contó a sus padres, que una loba llegó hasta su albergue y comenzó a lamerle las llagas del cuerpo y que milagrosamente al otro día el chiquillo estaba totalmente curado, así fue como lo encontró la familia.

A adulto, se compromete a trabajar muy duro para juntar dinero y dar a sus hermanas una dote para poder casarse. Cumplido su objetivo, decide viajar a la Nueva España. Estando acá, se dedica a la agricultura logrando un buen capital, pero cuando ve el maltrato de los tamemes (cargadores indígenas) decide dedicarse a transportar las mercancías en carretas tiradas por bueyes.

A él se debe la creación de los primeros caminos de Guanajuato a Zacatecas; con dicha profesión se volvió muy rico. Se casó, pero nunca tuvo hijos, ya muy anciano enviudó y contrae segundas nupcias con una jovencita a la que acepta más que todo su protección. A la muerte de su segunda esposa, decide regalar toda su fortuna a los pobres e ingresa a la orden franciscana como hermano lego; es decir, solamente entra a servir a la orden y cumple con la regla franciscana, pero nunca se ordenó como monje franciscano. Sirvió en los conventos de Texcoco, Tecamachalco, Tecali y por ultimo ingresó al servicio del convento de las llagas de San Francisco de Asís  de Puebla. Se le asigna el puesto más humilde de la orden que es el de hermano limosnero, el encargado de recoger los barrios para solicitar la caridad de los vecinos, quienes le obsequiaban pan, frutas, verduras y en fin, todo lo que su caridad les permitía; pero como el corazón del hermano Sebastián era muy noble, de regreso al convento iba regalando a los pobres lo que había colectado y llegaba al convento con la canasta com-ple-ta-men-te-llena. ¿Cómo? Se preguntaban ustedes. Tenía el don de la multiplicación de los alimentos, pero los dones con los que fue favorecido nuestro personaje habían comenzado desde tiempo atrás. Se dice que el beato Sebastián de Aparicio tenía el don de la ubicuidad, es decir, se aparecía en varias partes a la vez, principalmente en los caminos para favorecer  los carreteros que se hallaban en problemas. Tal era el éxtasis en las oraciones del beato que se elevaba por los aires levitando   
Cuando el beato Sebastián murió, infinidad de gente llegó a su velación en agradecimiento de los favores que recibieron de tan generosa persona. La fecha en que fue recibido en el cielo fue el 25 de febrero de 1600 a la edad de 98 años. El 19 de julio de 1600 habiendo transcurrido cinco meses de su fallecimiento, Fray Buenaventura Paredes, el padre superior de la orden franciscana, ordenó su exhumación a Fray Pedro Castañeda,  guardián de la orden seráfica en Puebla. Cuando se realizo la exhumación a Fray Pedro, con admiración se descubrió que el cuerpo estaba incorrupto, como si hubiera muerto unas horas antes. Dos años después, se llevo a cabo una segunda exhumación encontrando el cuerpo en situaciones semejantes a la anterior. El Rey Felipe III, ordenó al obispo Diego Romano trasladar el cuerpo de una fosa a otra y el 4 de mayo de 1604 dio fe de las cosas extraordinarias que sucedieron ahí. Actualmente se encuentra en un féretro de plata construido con todos los milagros que le han otorgado y sólo espera un  milagro para ser santificado. El Beato Sebastián de Aparicio te espera en su capilla en el convento de las Llagas de San Francisco en donde se encuentra expuesta la mayor de las reliquias del Relicario de de América, en la Ciudad de Puebla de los Ángeles.