Igual que con la
industria del pan, los dulces poblanos también son variados y exquisitos; entre
los que podemos mencionar: las charamuscas, las trompadas, los suspiros de
monja, los borrachitos, los gaznates, los merengues, los muéganos, las
pepitorias, palanquetas, alegrías, soletas, cubiletes, las natillas,
calabazete, guayabete, chilacayote cristalizado y, desde luego, los camotes.
Hay infinidad de leyendas, una de ellas escrita por Domingo Couoh Vázquez y
publicada en la revista de Bohemia Poblana 1950. Cuenta la leyenda y dice la
tradición “Que en un pueblito cerca de la ciudad de Puebla, había un convento
de monjas en los albores del siglo XVIII. En los terrenos aledaños al claustro
se cultivaba en abundancia el “Camotli”.
La leyenda justica el
“bocato di cardinalle” que ha dado fama y gloria a la Puebla de los Ángeles.
Otra de esas leyendas escrita por Eva Guimbarda en el Sol de Puebla el 5 de
Mayo de 1958, dice que María Guadalupe de Villalpando, sor Clara de Jesús, una
monja del Bajío, encontró camotes parecidos a los de su tierra y para agradar a
su padre vio la manera de conservarlos frescos y dulces para enviárselos. Otra
dice que los camotes salieron del Convento de Santa Rosa, de la tradición
cocina azulejada; cuna del mole poblano.
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