El valle había sido un lugar tranquilo. Desde lo alto podían verse los
bosques de los alrededores, los ríos, la hierba creciendo
junto a pequeños lagos. A lo lejos los volcanes habían entrado en erupción una
y otra vez a lo largo de mil años, hasta que llegaron los primeros pobladores.
De tez morena, desnudos y con armas de madera, hueso y obsidiana
fundaron su asentamiento junto al rio. Pescaban, cazaban, recogían frutas y
sembraron el maíz que los sustentó algunos años, en los cuales cortaron muchos
árboles para hacer leña y calentarse, hasta que llegaron los otros.
Un día un pequeño llevaba una cesta con maíz a la casa cuando vio muchos
hombres corriendo hacia el pueblo. Soltó su canasta y trato de dar la alarma,
pero varias flechas lo atravesaron antes de lograr llegar. Los atacantes en una
orgía de sangre y violencia, saquearon y quemaron el pueblo. Los cuerpos, la
madera de las chozas, sus pieles para curtir, todo lo que ellos tenían sirvió
para abono de una tierra que no a volvió conocer la presencia de hombres
durante mucho tiempo. los árboles volvieron a crecer, los pájaros regresaron, y
la hierba cubría la tierra muchos años hasta la llegada de nuevos pobladores.
Hombres blancos, barbados y con extraños animales llegaron al río para
tomar agua. Era abril y el calor les estaba asfixiando debido a sus pesados
hábitos, y armaduras de metal que reflejaban la luz a muchas leguas de
distancia. Discutían vehemente y parecía que querían tomar una decisión
importante.
Finalmente los hombres vestidos con gruesos hábitos, descalzos y de
mayor edad se impusieron a los hombres
de a caballo. Se ordenó cruzar el río en su parte más baja y remontaron el
cerro que le seguiría hasta llegar a lo más alto.
Uno de ellos se quejó diciendo que el otro lado del río se veía mejor.
Nadie le
respondió.
Finalmente llegaron al alto. Cerca de los ríos Alseseca y Almoloya (llamado
después de san francisco) nunca padecerían falta de agua, el alto nunca se
inundaría por las lluvias torrenciales que azotaban la región. No estarían en
el territorio de los tlaxcaltecas, leales súbditos del rey de España a los que
había que dejar en paz.
Ese día comenzaron a construir la capilla. Trajeron piedras del río y
del cerro cercano, cortaron árboles y con la madera hicieron sillas, ornamentos
y obra negra. El techo lo construyeron con paja, y lo terminaron cuando las primeras lluvias
hicieron su aparición.
Fue hasta ese momento que se reveló la falla fundamental del lugar donde
se encontraban. Para empezar, el alto no es la parte más alta del valle. el
agua fluía de los cerros cercanos a gran velocidad destruyendo las casas,
arrojando personas y propiedades al río. Cuando dejó de llover descubrieron
como el agua tendía a estancarse en las depresiones del terreno. Este hecho
suscitó la protesta y el reclamo, las voces de los airados se escucharon.
-Queremos indios en encomienda.
-Este lugar es inhabitable.
-Estoy harto.
-Yo también.
Los hombres descalzos y de pesados hábitos los veían entristecidos y
sólo se atrevieron a bendecirlos con una
frase.
-¡Vaya con dios!
Las chozas quedaron desiertas, y la capilla fue abandonada, y de nuevo
los animales salvajes y la hierba se apoderaron del terreno.
Sin embargo el valle nunca volvería a conocer la paz que da la ausencia
del hombre. Al año siguiente ellos regresaron, y esta vez se hablaba de seis
mil hombres. Los líderes se reunieron en la capilla franciscana abandonada,
para discurrir donde se volvería a fundar la ciudad. Discutieron también sobre
los hombres morenos que los acompañaban. Los hombres de espadas y caballo
querían a los indios para trabajar con ellos. los doce franciscanos se negaban.
-Santos paternidades, no podéis retenernos aquí sin indios. ¿Quién
levantará nuestra ciudad sino son ellos? ¿Quién construirá las casas? dadme por
lo menos 100 y yo prometo darles la educación que nuestra fe demanda~ dijo el
hombre de a caballo.
-No tendréis más indios que los que necesitéis para construir vuestra
casa- todo lo demás dependerá de vuestra buena suerte, trabajo y de dios-
respondió el franciscano.
-debemos
vivir todos juntos~ le respondió don Hernando de Helgueta.
-de
acuerdo, pero vos construiréis vuestra propia casa
-voto
a...
-no blasfeméis~
contesto Motolinia más molesto aún.
La discusión se prolongó toda la tarde y la mañana del día siguiente. Finalmente
se llegó a un acuerdo. Los españoles cruzaron el río que luego llamarían de san
francisco y fundaron su ciudad en el territorio de Tlaxcala apoyados por la
autoridad del virrey. Eran 81 hombres españoles, 19 mujeres españolas y cinco
mujeres indígenas. Marina muñoz era un caso especial traía a cuatro niños
pequeños con ella.
Al llegar a lo que sería el centro comenzó la división de la ciudad. se
delinearon las calles formando 420 manzanas regulares( 295 para casas y 125
para huertas, quintas y sembradíos) en total. La ciudad tenía una inclinación
natural hacia el río san francisco aprovechando un desagüe perfecto puesto por
la naturaleza, además con inclinación al este se evitaban los perversos efectos
de los vientos dominantes del norte. Esta inclinación hacía a la ciudad más
fresca en todas las estaciones, resguardando las aceras de los rayos directos
del sol, especialmente en verano.
En septiembre volvió a llover y la ciudad se inundó de nuevo. Pero esta
vez estaban preparados y excavaron zanjar longitudinales en las calles que van
del este a oeste hacia el río san francisco, cuando se unieron las zanjas, el
agua fluyó y las calles se quedaron secas para regocijo de todos.
En el alto los franciscanos aprendieron de sus experiencias anteriores y construyeron sus
propias caños. Abrieron uno enormes con ayuda de los indios, hacia el río
Alseseca o Xonaca en idioma de los naturales. A pesar de la oposición de los
pobladores españoles, los frailes estaban empeñados en que la ciudad debería
quedarse en el lado oriente del río san francisco. Hasta que un terrible
incendio se inició en su capilla.
Nadie supo si comenzó en el bosque de sabino cercanos, o sin manos
criminales que iniciaron. Los frailes prefirieron pensar que Dios les enviaba
un mensaje y optaron por retirarse más
al norte, a fundar lo que se conocería después como el Convento de San
Francisco.
De la capilla solo quedaron las piedras que la hojarasca enterró al paso
del tiempo. Ahora seria de buen toco creer que la cuidad nació en el portal de Iturbide, cerca de la
Catedral y los imponentes edificios de
piedra que los conquistadores construirían, después en lugar de su verdadero
principio en la parte indígena de la cuidad.
Muchos años después en un proyecto de rescate arqueológico se
descubrieron los restos arqueológicos de una capilla cerca del rio de San
Francisco. Lo único que pareció revelar su identidad fue una piedra, tal vez
para apuntalar la entrada, que tenía una rosa grabada, flor símbolo de la orden
franciscana.
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