domingo, 10 de marzo de 2013

La Casa de Martín Garatuza (7 poniente # 303)




Puebla es una cuna de muchos hombres celebres, algunos se han distinguido, por sus servicios al país y otros por su villanía. De estos últimos no hay duda que el más famoso en la época colonial fue Martín de Villavicencio Salazar alias Martín Droga, alias Martín Lutero, pasó a la historia por su sobrenombre más conocido Martín Garatuza,  un estafador de tal renombre que en el diccionario  aparece “ engaratusar” como un sinónimo de engaño, usado sobre todo en México y Centroamérica.

Los historiadores afirman que este truhán nació el 8 de Octubre  de 1601, hijo de Pedro Villavicencio y doña Mercedes Salazar. Su vida anterior a su faceta de criminal es misteriosa, se sabe que estuvo en México donde estudió Gramática, Retórica, tal vez algo de Latín y Griego, es decir: nada practico para ganarse el pan. Probablemente fue en México donde se le ocurrió hacerse pasar por sacerdote, dice Carrión:

 (En Puebla) cuando era presentado a alguna persona le tendía la mano para que se la besara y le decía – “Ya tiene vuestra merced otro capellán en mi a quien mandar, porque ya soy sacerdote”.

 En 1642 en la ciudad de México estafó a un clérigo, al pedirle un  caballo prestado porque afirmo que se le había encomendado llevar a una mujer a Puebla, vecina del barrio de Santiago. Dicho sacerdote, no dudando de alguien que se vestía igual que él, le prestó el caballo pero como pasó el tiempo y no se lo regreso, fue a ver a ver a la mujer  que supuestamente se iba a llevar a Puebla. Allí se entero que Martín Garatuza le había robado a ella también con una carta falsa de su marido, sus joyas y ropa.

Ante esa declaración el ingenuo eclesiástico recordó que había dejado a Martín solo varias veces en su casa,  reviso sus cosas y se dio cuenta que le faltaban sus títulos de Subdiácono, Diacono y Presbítero que guardaba en un caja de hoja de lata.


 Martín Garatuza estuvo en Oaxaca donde se hizo pasar por un enviado del obispo de Puebla don Juan de Palafox y Mendoza. Allí un cura le presto dinero, se le pidió que diera misa, pero fingiéndose enojado dijo que el misal no servía, se robo las hostias, tirando una en el camino, hasta que finalmente un comisario de la inquisición lo mando encerrar, pero consiguió fugarse. Uno  podría imaginar que tras este episodio trataría de poner la mayor distancia posible entre él y el santo oficio.  Pero no, se dirigió a México y se presento ante la inquisición lista a responder ante su conducta.

Los inquisidores en México, no le rompieron los pies, ni le quebraron hueso alguno, aunque no consta lo que se dijo en el proceso, se sabe que el santo tribunal le dio una licencia de 40 días para curarse en Puebla.

¿Cómo hizo Martín Garatuza para burlarse de un tribunal que pocos salían vivos? El diccionario enciclopédico nos define la respuesta claramente:

Engaratusar: hacer a uno garatusas, engatusar.

Engatusar: ganar la voluntad de uno con halagos  para conseguir de el alguna cosa.

Durante todo el viaje a Puebla no dejo de hablar de la belleza y magnificencia de la capa de un personaje, tanto que su interlocutor, no tuvo mas remedio que regalársela en cuanto llegaron a Puebla.

Otros de sus compañeros de viaje era un jesuita al que convenció que se encontraba preso por su enemistad con Palafox y Mendoza.

Como los jesuitas eran enemigos jurados del Obispo de Puebla y luego Virrey de la Nueva España, no hace falta decir que lo vio con simpatías. Al llegar a Puebla trato como lacayos a los guardias de la inquisición, nadie más lo había hecho nunca, llamándolos pardos, zambos e imbéciles (no bajaron bien su equipaje), dejando claro para sus acompañantes que ese hombre era un personaje. Al descender en el Mesón del Cristo se esparció rápidamente el “borrego” que don Martín Garatuza había llegado a Puebla, noble caído en desgracia y todo un personaje, con el que convenía estar bien.

Se designo una casa en la calle de las Siempreviva para que viviera. El lugar era una casa anexa a lo que después sería el famoso baño “ Casa de Luisa la Limpia”, destacaba por sus pinturas que  cubrían  cada cuarto posible de la casa , dando al edificio una aire de renacentista.

Garatuza más de mil engaños para mantenerse allí. Fingía tener gota y estar necesitado de constantes baños. Asesorado por sus amigos jesuitas enviaba cartas a las personas prominentes de Puebla, solicitando su apoyo, muchos regresaron las cartas, algunos enviaron dinero con ellas.

Los familiares de la inquisición notificaban de todo al comisario de la inquisición. Finalmente este último decidió conocer de cerca a tal ilustre personaje.

Una noche escoltado por una guardia numerosa se movilizo al número 3 de la calle de la Siempreviva,  llegando en medio de partida de naipes que Garatuza jugaba con uno de los alcaldes mayores. El comisario abofeteo al alcalde mayor y destrozo la mesa.

 -Pero ilustrísima… - trato de defenderse el alcalde.

-¿Cómo se atreven en jugar en domingo? – Dijo indignado el comisario y señalando a Garatuza dijo –póngale cadenas y directo a México.

 Martín Garatuza no protestó. Solo pidió permiso para llevar algunas cosas que tenía arriba de la casa, y no quería perder, entre ella un catecismo, regalado por su madre en su lecho de muerte.

-De acuerdo- dijo el inquisidor que madre tenía también.

Martín Garatuza subió lentamente las escaleras pensando en el inminente fin que le esperaba. Al llegar al techo recupero su agilidad, salto a la casa vecina y luego a la otra, y con unas sabanas armo una escalera para bajar por la calle de Santa Inés, lejos de sus acosadores, quienes lo seguían esperando a la entrada de la casa. Se llevo todo el dinero que pudo, un traje y birrete de sacerdote.  Huyó lo más lejos posible de Puebla, llegando hasta la frontera de la Nueva España: Guadalajara, último reducto de la civilización española antes del desierto.

Allí consiguió que unos franciscanos lo aceptaran en un convento con el nombre de Marcos Villavicencio Solís. En ese lugar tuvo la audacia para ayudar al guardián a confesar a 32 personas,  bendijo el agua del sábado de gloria, confesó al cura de Tlaltenango, se robó dos pesos y una capa y continuó estafando a cuanta persona cayo en sus manos.

Finalmente el 3 de Septiembre de 1647 se le acabó la suerte al ser capturado por la inquisición. Encadenado y bien amordazado fue llevado a México donde los inquisidores se tomaron su tiempo para darle su merecido castigo. Le tocó ser la estrella principal del auto de fe de lunes 30 de marzo de 1648 cargando una vela verde, una soga en la garganta y la tradicional ropa de castigo blanca que llevaban todos los condenados, mientras un heraldo narraba a la multitud todos sus crímenes. Fue sentenciado a 200 azotes y 5 años de trabajos forzados como remero en las caleras del Rey. 

Martín Garatuza murió en prisión, pero su leyendo vivió toda la época colonial. Aunque no hay nada cierto respecto al lugar en el que estuvo preso, merece reseñarse que al restaurarse la casa de la 7 poniente 303, para convertirla en la escuela se rescataron unas pinturas valiosas que se conservan en el salón 703.  Fuera de la casa del Deán no conozco otro ejemplo parecido de pintura colonial en casas de carácter civil.

3 comentarios:

  1. Me parecio interesante como un retero pudo hacer tantos crimines burlandose a mucha seguridad de prestigio, engañando para que lo ayudaran a sus trabajos.
    Esta hombre se nota que no le tenia miedo pues ya que todos nacimos para morir, sin duda estoy de acuerdo a que este himbee sea una leyenda pues todo lo que hizo no cualquier persona puede hacer lo que este hombre hizo

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