Esta historia de amor
divino nace en el s. XVI. Siempre el amor a Dios es más fuerte que todo el amor
humano y cuando atrae a un corazón con la llama ardiente de la fe, no hay nada
ni nadie que lo pueda impedir.
Ese fue el caso de María
de Jesús, a quien cariñosamente su familia y amigos la llamaban “El Lirio
Poblano”. Esta jovencita desde muy pequeña eligió el amor de Cristo y lo atesoró
en su corazón hasta que estuvo en edad para desposarse con él.
Convencida de la gran
vocación de su hija, su madre la apoyaba en esta bella ilusión; sin embargo su
padre no quería para su hija esa vida de clausura y penitencia y hasta llegó a
amenazarla con la muerte si continuaba con ese loco empeño. Llegó al límite de
ponerle vigilancia para que no tuviera contacto con ninguna monja. Pero un día
que iba acompañada de su hermano, fingió tener un sed como la que Cristo
manifestó en el Monte Calvario y obligó a su hermano a tocar en la puerta del
convento para pedir agua y cuando abrieron, la astucia la hizo entrar
desesperadamente y cerrar de manera violenta la puerta.
Así fue como María de
Jesús, entró a la orden de las concepcionistas y se ordenó en una primavera de
1598, como si en aquella estación lograra florecer en todo su esplendor el
limpio y divino amor del Lirio Poblano.
María de Jesús fue
elegida por Cristo como instrumento de la fe, al manifestarle algunos mensajes.
Todas las hermanas del convento sabían que Dios se comunicaba con ella.
Ella profetizó la llegada del obispo Palafox y Mendoza;
además, cuenta la leyenda que en el convento había una virgen que Sor Agustina
de Santa Teresa quería vestir bajo la advocación de la Virgen del Carmen, pero
hacía falta el niño y pidieron a un escultor de Sevilla que lo hiciera. El
trabajo duró mucho tiempo hasta que María de Jesús al estar en oración, tuvo la
visión en el preciso momento en que el escultor terminaba su trabajo y alegremente
fue a comunicar la noticia a las demás religiosas.
Cuando por fin llevaron la
escultura del niño al convento, en el momento que estaban abriendo la caja en
la que venía el niño, milagrosamente éste salió volando y fue a refugiarse en
los brazos de Sor María de Jesús; quien humildemente se hallaba detrás de las
demás monjas, deseando con fervorosa impaciencia el momento de poderlo tener en
sus brazos. Ante ese acto maravilloso, todas las hermanas cayeron de rodillas
haciendo oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario