Don Tomás Gillow,
inglés de nacimiento. Llegó a México en 1819 para hacerse cargo de la sucursal
de joyería Roskel. Fue en México donde conoció a la Marquesa de Selva Nevada
con la que contrajo matrimonio. El marquesado de Selva Nevada comprendía la
hacienda de Tomacoco y la hacienda de San Antonio d Chautla; cerca de San
Martín Texmelucan. Esta nueva posición de don Tomás Gillow lo hizo cambiar de
actividad dedicándose a administrar las haciendas del marquesado.
Don Tomás logró hacer
una gran fortuna comercializando un lote de diamantes ambarinos que se pusieron
de moda por su rareza. El dinero obtenido lo invirtió en las haciendas de su
esposa la Marquesa; quien repentinamente murió sin dejar testamento. Don Tomás
perdería todo lo invertido, puesto que existía un testamento que nombraba
herederos a los dos hijos de la difunta representados por albaceas designados
en vida por la Marquesa. Sin la menos esperanza de recuperar el dinero
invertido, Don Tomás Gillow quedaba en la ruina. Quiso el destino que aún
joven, casara con la hija de Marquesa; de esta unión nacería Don Gregorio Eulogio
Gillow, quien años después sería Obispo de Oaxaca. Por lo que recibió como
herencia la hacienda de Chautla que en poco restituía la inversión y aún ante
la resistencia de los albaceas que anularon su matrimonio argumentando la
minoría de edad de la hija de la Marquesa.
Gracias a su tesón,
al trabajo y a su fe, Tomás Gillow, logró salir
adelante. Preparó las tierras con un método que parecía descabellado
ante los ojos de los demás hacendados, pues consistía en abonar las tierras con
el estiércol de las bestias; ofreciendo a sus vecinos de otras haciendas,
limpiar sus corrales para el logro de su objetivo.
Introdujo cambios muy
significativos para la región; como el uso del arado y la pala de hierro. La
producción de trigo, subió de 600 cargas anuales a mil doscientas, coincidiendo
este evento con la inversión norteamericana. Para no perder sus cosechas a
manos de las tropas invasoras que llegaban de las costas de Veracruz a Puebla,
envió el producto al Molino del Rey en la ciudad de México; sin pensar que
sería tomado por las fuerzas invasoras. Ante el abuso, Gillow presentó su
reclamo al general Scott, quien indemnizó a Gillow al precio de 15 pesos la
carga, teniendo que demostrar que el depósito había sido de cuatro mil cargas
para que le fueran pagadas por el general norteamericano.
Este gran hombre,
Tomás Gillow, tenía como superación llegar a la edad de 77 años; pues creía que
las alcayatas como así llamaba a los sietes le serían fatales. Cuando pasó esta
edad Don Tomás Gillow dejó de preocuparse. Curiosamente murió a la edad de 81
años en 8 de Septiembre de 1877 como extraña coincidencia.
falto comentar respecto a los espíritus que supuestamente aparecen y la razón de que estén en ese lugar
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